En comparación con otras disciplinas, es habitual la idea de que la química es más difícil, al menos en el nivel básico. Dicha percepción se justifica hasta cierto punto; por ejemplo, es una disciplina con un vocabulario muy especializado.
En las conversaciones cotidianas, se escuchan palabras relacionadas con la química, si bien no necesariamente usadas en el sentido científicamente correcto.
Son ejemplo de ello términos como "electrónica", "salto cuántico", "equilibrio", "catalizador", "reacción en cadena" y "masa crítica". Además, si el lector cocina, ¡entonces es un químico en ejercicio! Gracias a su experiencia en la cocina, sabe que el aceite y el agua no se mezclan y que si deja hervir el agua en la estufa llega un momento en que se evapora por completo.
También aplica los principios de la química y la física cuando usa el bicarbonato de sodio en la elaboración de pan; una olla a presión para abreviar el tiempo de preparación de guisos, y añade ablandador de carnes a un platillo, exprime un limón sobre rebanadas de pera para evitar que se tornen parduscas o sobre el pescado para minimizar su olor, o añade vinagre al agua en la que cuece huevos.
Todos los días observamos esos cambios sin pensar en su naturaleza química.
Los químicos frecuentemente ven algo (en el mundo macroscópico) y piensan en algo más (en el mundo microscópico). Por ejemplo, al observar los clavos oxidados de la figura 1.2, un químico pensaría en las propiedades básicas de los átomos individuales de hierro y la forma en que interaccionan dichas unidades con otros átomos y moléculas para producir el cambio observado.
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